Rodolfo Serrano nos cuenta por Facebook.
Leo a Karmelo C. Iribarren. Su poesía siempre me ha cautivado. La belleza deslumbrante de la ciudad, de las calles con lluvia, de los árboles desnudos.
La soledad maravillosa de los bares, las palabras que caen como goterones de los tejados. Y ese caminar del poeta que nos lleva frente al mar, cuando la tarde es un revuelo de gorriones. Esos mismos que desayunan a los pies de Karmelo.
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