Las culturas
El pensamiento reaccionario necesita la ilustración para conducir a sus rebaños. Por eso desplaza el concepto hacia el entretenimiento.
Durante el tiempo difícil de la pandemia, se repitió mucho el elogio de la cultura que se colaba en nuestras casas para entretener el confinamiento. Quedarse encerrados suponía la obligación de rellenar con nata las horas más largas. Tienen buenas intenciones los que usan este tipo de argumentos para pedir más atención presupuestaria a la cultura. El pensamiento reaccionario denuncia siempre el pesebrismo de las inversiones culturales. Pero se trata de una de sus trampas, porque sabe bien que la cultura no es de izquierdas por naturaleza. La cultura está en todo, en las miradas que apoyan un pensamiento crítico o en las costumbres mentales que favorecen sin escándalo social la destrucción de la sanidad y la educación públicas. El pensamiento reaccionario necesita la cultura para conducir a sus rebaños. Por eso desplaza el concepto de cultura hacia el entretenimiento.
Celebro el Día del Libro con una confesión: no necesité que me entretuvieran durante la pandemia. Me gusta quedarme en casa, leer, oír música, ver una película. Pero siento que me pierdo algo muy serio cuando no puedo salir al teatro o al cine, algo relacionado con el valor que para mí tiene la lectura. Hace poco, pude ver en La Abadía una obra de Juan Mayorga, La colección, con Ana Marzoa y Pepe Sacristán en el escenario. La manera de juntarnos con nosotros mismos a lo largo de la vida merece una buena conversación sobre nuestras cosas. Pude ver también en un cine la última película de Benito Zambrano, El salto. No hace falta una catástrofe para conmovernos. Basta la normalidad injusta de un sistema tan inhumano como el nuestro. Nota aquí.
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