Periodismo, un oficio al servicio de la verdad / Entrevista con Rodolfo Serrano
En conversación con 'La Jornada Semanal', el periodista, compositor y poeta español Rodolfo Serrano (Villamanta, 1947) diseccionó distintos aspectos acerca de la actualidad propia del periodismo, tales como la ética, la honestidad, los nuevos formatos para abordar la noticia, sin obviar el vértigo emanado desde las redes sociales que difunden información incluso con antelación a los periódicos, la televisión y la radio..
Hoy en día nuestro entrevistado, quien durante veinticinco años laboró en el diario El País, se halla retirado tanto de las redacciones como de ese trajín, casi frenético, que un reportero hace suyo en la búsqueda de la nota del día. Atrás ha quedado la tiranía de la hora de cierre en el periódico y el deber de entregar su texto puntualmente. De cuando en cuando, en su cuenta de Facebook comparte algún poema de su autoría, donde da rienda suelta a su virtuosa y sensible memoria, esa misma que le permite desenterrar milagros de los días ya vividos, ya invisibles. Astillas de viejos naufragios.
Además de distintos poemarios publicados, como La blancura de la ballena (2010) y Los cuerpos lejanos (2014), entre varios más, Rodolfo Serrano ha escrito el libro Un oficio de fracasados (2006), en el cual reflexiona acerca de los entretelones propios del periodismo que, principalmente, él conoció en las últimas tres décadas del siglo XX entre diarios oliendo a tinta, bares que fungían como guaridas para reporteros, redactores y personal de imprenta, así como redacciones atestadas de personas hablando en voz alta, con la consigna de imaginar y hacer el periódico que, supuestamente, a la mañana próxima corregiría el extraviado rumbo del mundo.
Sin reflexión ni sosiego
‒¿Cuál es su definición acerca del trabajo desempeñado por quien se dedica al periodismo?
‒Posiblemente no sea el oficio más bonito del mundo. Pero sí es un oficio que tiene en sí mismo maravillosas cualidades: la búsqueda de la verdad y, sobre todo, intentar que esa búsqueda termine siendo un servicio a la comunidad. Tal vez, una definición del periodismo sea: un oficio al servicio de la verdad.
‒¿Qué lugar ocupa la tan manoseada ética dentro de la actualidad de esta profesión?
‒El cambio tecnológico registrado en los últimos años, la rapidez en las comunicaciones, fundamentalmente, han hecho cambiar todas las premisas del periodismo. Hoy todo sucede en tiempo real. No hay lugar para la reflexión ni para el sosiego a la hora de elaborar una información. Eso no solo influye en el estilo y el “tempo” de la noticia, sino en la parte moral y ética de la información. El deseo de ser los primeros, las exigencias de un marco en el que lo importante es la primicia y, como decía antes, la falta de sosiego y de reflexión ante un hecho noticioso, influye directamente en la ética o falta de ética del informador. No hay tiempo para la consideración de la noticia, su análisis, su tratamiento. En el periodismo actual hay, indudablemente, una cierta falta de ética porque no hay una valoración humana y moral de la propia información.
“La objetividad total es imposible”
Desde Madrid, el egresado de la Universidad Complutense y quien, desde el año 1976, integró la plantilla del diario español El País, lúcidamente hilvana sus reflexiones ante las preguntas de La Jornada Semanal. A continuación, pone el dedo en la llaga al denunciar falta de humildad en el gremio que lo acogió durante tres décadas de trabajo, pues reprocha cierta actitud de soberbia con la cual se manejan varios profesionales de la información, haciendo creer a la sociedad que hoy son flamantes expertos en energías limpias, mañana en genocidios colonialistas y, al día siguiente, lumbreras en temas de lawfare.
‒¿Qué opina acerca de ese lugar común en nuestras sociedades desde donde se enarbola una supuesta y deseable posición objetiva e imparcial que debiese asumir el periodista?
‒Yo siempre he mantenido que, principalmente, el periodista debe de ser honesto. La objetividad total es imposible. Ningún ser humano puede pretender ser absolutamente objetivo, siempre le influirá en su juicio su formación, sus creencias religiosas o políticas… y eso lo sabe el lector. Por eso el periodista debe de ser honesto y presentar al lector una narración de los hechos lo más limpia posible, sabiendo que nunca puede ser totalmente imparcial. Nota aquí.
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