Una nota del 2020 sin vencimiento.
Joaquín Sabina y Leiva, la amistad en los tiempos del cólera
Necesitábamos un paréntesis para recordar lo que era un abrazo. Esta es la historia de cómo un rockero hipocondriaco y otro con miedo escénico se convirtieron en hermanos.
“Esta es la clavícula que tienes jodida, ¿no?”, le pregunta Leiva a Sabina antes de apoyarse en su hombro para la primera foto. “Sí, esa fue la del hostión. Pero tranquilo, ya no me duele. Y es de platino, no me la robes”.
Cuando estos dos tipos están juntos, su mundo está recién pintado. No hay que pedirles compadreo frente a la cámara, para ellos juntarse en un shooting es como meterse en un fotomatón con ese amigo de toda la vida y dos copas de más. Y hemos tenido el privilegio de descorrer la cortina y colarnos en esa cabina. El lujo de llegar de sobremesa a casa de Joaquín Sabina (Úbeda, 1949), que es la de Leiva (Madrid, 1980), y salir de allí de noche. De que dos tipos a los que hemos escuchado horas infinitas de nuestras vidas nos regalen uno de sus ratos de tequilas, cervezas y risa. De servir de excusa para reunir a dos amigos que no necesitan ninguna para juntarse.
Nadie diría que treinta años separan a estos dos flacos, porque además la suya no es una relación de maestro y discípulo. Si Leiva le tiene que pelear un verso a Joaquín, lo hace sin complejos. Y si a Sabina (aquí tienes las 20 mejores canciones de Joaquín Sabina más allá de las típicas) le pide el cuerpo ponerse rockero, no se amilana ante el “punto pandillero del tatuaje con arte”. Juntos dieron forma al último disco del andaluz, Lo niego todo (2017), lo mejor de Joaquín en los últimos veinte años. Juntos acaban de hacer la canción Partido a partido, un homenaje al Atleti que hace llorar a los madridistas, de emoción y de envidia. Y juntos planean un futuro en el que se barruntan nuevos álbumes y, puestos a soñar, también una gira. Y quién sabe si incluso podría ser Leiva quien interprete a Joaquín en sus años de squatter en Londres, en el esperadísimo biopic que está preparando Fernando León de Aranoa.
Terminan las fotos. Leiva coge su lata de Mahou. Joaquín su tequila y su paquete de Ducados. Y subimos las escaleras para irnos los tres solos a su salón, donde nos regala un soneto que acaba de terminar sobre el coronavirus, mientras yo me siento en un sofá en el que antes se ha sentado Gabriel García Márquez. Y Serrat. Y pienso lo que contarían estas paredes si hablaran. Y comienza una charla que terminará, dos horas después, con una frase aterradora: “Avísanos cuando salga”, dice Sabina. Y yo caigo en ese preciso instante en que tengo que escribir algo que va a leer el autor de las mejores letras en castellano que ha parido la música. Y me vuelvo a casa temblando.
LEIVA: Este es nuestro lugar del tercer tiempo...
JOAQUÍN SABINA: Aquí nos hemos bebido buenas botellitas, ¿eh, Lei? Es que a este le gusta mucho el buen vino, y siempre tenemos guardado para él alguno cojonudo.
LEIVA: En este salón hemos pasado muchas horas. Terminábamos de grabar y nos quedábamos con Jimena [la mujer de Joaquín] charlando. Días y días hasta las tantas. Y siempre salía de aquí con unas borracheras...
JOAQUÍN: Y también en mi casa de Rota, que es donde nació aquel disco. Este año ha vuelto y hemos hecho juntos la primera canción que escribo desde entonces. Es un tema para el Atleti, no sé sí lo has escuchado.
Sí, para mi desgracia. Por este tipo de cosas es por las que más me escuece ser madridista.
JOAQUÍN: Es uno de los motivos principales por el que la hemos hecho: para que os jodáis [risas].
LEIVA: Lo que más contento me pone de esa canción es haber activado a Joaquín. Haberle puesto el hilito para que empiece a tirar. Y hoy me ha contado que está dibujando y está escribiendo, y me parece una noticia maravillosa.
“Soy muy mal novio, un pésimo amante y peor marido. Pero soy un estupendo amigo”. ¿Sabéis de quién es la frase?
JOAQUÍN: Sí, esa es mía. Pero él podría firmarla también. Porque una de las cosas en las que nos parecemos es en los defectos, no en las virtudes [risas]. Bueno, lo de buen amigo también lo puede firmar.
LEIVA: Parece que a Joaquín y a mí nos ha juntado la música, pero lo que nos une en realidad es una tremenda amistad. Yo me voy de vacaciones con mis amigos los poetas, los de Rota, que son toda su pandilla. Y generamos tantas risas juntos, tantas, que con el tiempo me he dado cuenta de que al final la música ha sido un trámite.
JOAQUÍN: Él tiene una capacidad social muy grande. Cuando no está, me preguntan todos por él. ¡Y todas! [risas].
Leiva, antes de llegar a ese momento en el que Sabina se convierte para ti en Joaquín, ¿cómo entra en tu vida?
LEIVA: Hay una imagen que lo explica todo. Durante los últimos 10 o 15 años que viví en casa de mis padres, compartía litera con mi hermano. Al cerrar la puerta de nuestro cuarto, por dentro había colgado un póster arrancado de la calle, que era de su disco Esta boca es mía. Y eso era lo último que veía antes de dormir y lo primero que veía al despertar. Cada día de mi vida, durante muchos años. Es muy representativo. Y además puso música a muchos, muchos viajes a Asturias con mi familia. La música eran Camarón y él. Nota aquí.
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