Una mañana, un recuerdo
Se cuela el sol,
limpio, tibio, entre las nubes.
Y un aire, pura pluma,
las hojas de los árboles.
Los pájaros,
vuelan como si fueran los arcángeles
de dioses pequeñitos y olvidados.
La mañana se pierde por la sierra
y, a lo lejos,
muy lejos, el recuerdo
de otros días azules de la infancia,
el pueblo, las escuelas
de niños y de niñas, separados.
Don Dámaso y su vara,
las lecciones,
el mapa de una España victoriosa,
la iglesia, oscura y fría.
Luminarias
por San Blas, el arroyo y su frescura
en los dulces veranos de la gloria.
La radio por la noche, cuando padre
buscaba las noticias
de Radio Pirenaica,
mientras, madre
rezaba a un dios de cólera
que ya no se acordaba de nosotros.
Por las calles
un silencio de miedos y de sombra.
Y todo ya tan lejos.
Aunque ahora
me persiga todavía aquella angustia,
el amargo sabor de la derrota,
los temores
que no puedo explicar,
que aún siento dentro,
lo mismo que un mordisco de tristeza.
Pero hoy el sol se cuela, limpio y tibio,
y los niños sonríen
y los árboles
se duermen con el aire.
Y, de repente, ya ves, en un instante,
la vida irrumpe
en medio de la casa,
lo mismo que una lluvia de colores.
(Y todo es luz, de pronto, por mi pecho)
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