El dolor no es nada
Los dolores van y vienen cada día,
se instalan en mi piel, hurgan mi pecho,
me cuidan mis insomnios y revuelven
heraldos que despiertan a mis miedos.
Lo sabéis. Os lo he dicho muchas veces:
salgo poco. Al pan y a la farmacia,
como mucho, a comprar la lotería,
o a ver a algún amigo que aún se acuerda
de aquellos días brumosos y olvidados.
De los viejos amores, nada digo.
Son tan sólo relámpagos amables,
dulces sombras de un tiempo. Sin embargo,
recibo ilusionado -y los bendigo-
restos de mis naufragios en la playa.
Perdonad, os lo ruego, esta tristeza,
esta melancolía de taberna,
esta desolación que cada noche
se reclina conmigo antes del sueño
y me acerca a la fiebre con sus manos.
Qué importan, pues, dolor y sobresalto
si mi amor todavía anda en mi lecho,
me acaricia el cansancio, el sufrimiento
de guerras y de odios. Y promete
que voy a despertar a su costado.
(La vida es un poema muy pequeño
que escribimos de nuevo cada día ).
0 comentarios:
Publicar un comentario