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“Apaguen sus teléfonos móviles.
La función va a comenzar”
Y siento cómo mastico los latidos de este corazón y las entrañas me piden vomitar.
Le rezo a mis dioses para que me den fuerza y templanza.
Observo este pasillo que tengo delante y los pocos metros se convierten en kms. Como el mismo pasillo de la casa de mi infancia, el que iba del salón al baño. Ese tramo oscuro que me provocaba terror hasta que encendía corriendo la luz del final.
Comienza el juego.
El teatro es un ser Vivo.
Me transformo. Ya no soy yo. Ni ella. Soy cada día un personaje nuevo.
Los teatros centenarios esconden a sus fantasmas entre sus muros, bajo la madera de su escenario. Te acarician con un escalofrío.
El teatro es un arte Vivo y sobrevive aunque salten los plomos de todo el barrio, aunque te griten desde el palco, aunque tosan en la escena incómoda.
Ahí están tus compañeras titanas para sostenerte, mirarte, sonreírte y enseñarte.
Hoy te vieron romperte en el camerino.
Nunca faltan flores.
El teatro es un baile sutil y elegante acompañado de un piano que, humildemente, pide cada vez más silencios.
Y todas somos con rabia la “Llorona” mientras asesinan cerca a otra de las nuestras. Aunque avisara. Aunque pidiera ayuda. Porque no la creyeron.
El teatro es un viaje emocional bestia. Y yo estoy volando.
Mientras busco un rayo de luz en una habitación sin ventanas. Mientras me pregunto cómo enciendo mi pequeña vela sin fósforo ni oxígeno.
Mientras me sigo preguntando porqué seguimos construyendo durante siglos lo que derribamos en segundos.
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