Sabina baila en Barcelona su penúltimo vals
El cantautor reunió a 15.000 personas en el Palau Sant Jordi antes de su último concierto en la ciudad este sábado.
La recta final. En Barcelona queda sólo un suspiro para la despedida, mañana. Para el adiós definitivo a los escenarios apenas un puñado más en Valencia, Bilbao y Madrid. Dicen que lo difícil es comenzar y alcanzar el reconocimiento, pero lo verdaderamente difícil es decir adiós cuando todo te es perdonado, cuando podrías seguir hasta que llegue lo que a todos llega. Sabina se marcha. El crápula, el disipado, si se desea más suavidad, el que vivió en los rincones de la noche, el que se admira y se quiere aunque quizás no se desee como hijo, arrobó este jueves al Sant Jordi apurando sus canciones más clásicas, rompiendo ya con inevitable tacha una voz astillada y áspera que sus fans ya sólo desean así, por personal, por hija de las cicatrices a causa de una mala/buena vida. Dos horas, dos bombines, uno negro y otro blanco, una chistera de copa baja, pelo negro, dos cambios de vestuario y anillos de rockero. Sabina diciendo adiós ante Serrat, presente y aplaudido en platea. Sabina recordando a Sabina. Al público le podían haber dado las doce y la una y las dos y las tres. A él ya no. Sabina se va.
Comienzo con él ausente y cantando en su videoclip Un último vals rodeado por sus amigos. Había aún más en el recinto, unas 15.000 amistades. Otras tantas mañana. Quince minutos de retraso por el colapso circulatorio provocado por el asalto a la flotilla de Gaza. Con todo el mundo dentro Lo niego todo, un negación/afirmación sobre su persona, sobre el artista. Una rendición a la Nova Cançó justo después, para recordar las canciones que le marcaron, “L’home del carrer” por aquí, Paraules d’amor por allá, Homenatge a Teresa también. Sabina locuaz, gesto comedido, lentas descubiertas de cabeza sombrero en mano, temblorosa emoción en la mirada, sonrisa de quien ve la cosecha en el granero tras una vida de trabajo que ya concluye. “Ahora que” abrió la caja latina, con su deje “santanero”, también a sus canciones de más edad, como esa Calle melancolía dedicada a Serrat que el público cantó como tantas veces en su vida, sabiendo que ésta era la última vez que lo hacía con él. Luego 19 días y 500 noches y ¿Quién me ha robado el mes de abril?; ¿porqué estos momentos han de llegar?, debía preguntarse más de una persona allí, levantada de su asiento para aplaudir, bailando entre recuerdos mientras creaba otros que hoy ya paladea como tales. El primer tercio de la noche se había consumido.
En Más de cien mentiras Sabina fue Sabina, el que en ocasiones tira de ripio: “como es vasco le llamo eskerrik asko” dijo al presentar al guitarrista Jaime Asúa, para más tarde decir “llega donde no llego Antonio García de Diego”, en teclados, voz, guitarra y dirección, mientras José Sagaste, saxo, clarinete, flauta, acordeón, fue “baturro y cachirulero de Ejea de los Caballeros”. Y así. Tres de los siete músicos que presentó, con especial mención a la voz de Mara Barros, “con su desgarro perfuma mi canción”, quien abordó Camas vacías con Sabina tomándose ya un respiro fuera de escena, para dar paso a Jaime Asúa rockeando en Pacto entre caballeros. De vuelta al escenario, el que ha sido uno de sus hogares, Sabina, ya con bombín negro, solo con guitarra, abordaba la casi desnuda “Peces de ciudad”, que tímidamente fue encendiendo luces entre el público, que las mecía en la suavidad de la canción, de trovador, a medida que entraban el resto de los instrumentos. Una caricia cantada con esa piel de escualo que Sabina luce como voz, acompañada por Mara Barros en una mesa de bar en “Una canción para Magdalena” y en ese “Por el bulevar de los sueños rotos” en el que evocó a Chavela Vargas, quien dijo le dio la frase que él convirtió en estribillo. Copla, Y sin embargo te quiero mezclada con guitarra Dire Straits, “Y sin embargo”, y rancheras, Noches de boda y Y nos dieron las diez antes de abordar los bises. Sabina sentado, mirando la pantalla que a sus pies recordaba las letras por las que será recordado. Lenta la gestualidad. Sabina se iba. Nota aquí.
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