lunes, octubre 06, 2025

Abel Pintos

 Abel Pintos, 30° aniversario: del pequeño negociador de 11 años a la voz del éxito y la necesidad de nuevas canciones

El músico comenzará una gira por ocho ciudades, en la que revisitará las tres décadas de su carrera como cantante y compositor

¿Se puede contar o analizar la vida de una persona a través de los números? Sí y no. Se puede establecer una línea de tiempo y poner cifras a sus éxitos. Se puede mensurar instantes, temporadas, épocas, momentos que, por algún motivo, se quiera recordar. Se puede contabilizar años para festejar aniversarios. Pero no se puede establecer cuánto ha costado todo eso. Se puede contar la cantidad de años que Abel Pintos lleva sobre los escenarios -comenzará pronto a festejar las tres décadas- pero los números no sirven para hablar del niño de 11 que se plantó frente a la directora de la escuela para negociar su primer contrato por un show. En realidad, no hubo tal contrato, ni dinero de por medio, pero esa situación es la que Abel toma como punto de partida. Fue por su show del 17 de agosto de 1995; negoció su participación en un acto escolar por la posibilidad de dar un recital, culminada la celebración de las efemérides sanmartinianas. ¿Mente brillante? ¿Negociador nato?

Según su propio relato, allí comenzó todo, en una escuela de Ingeniero White. Después, a lo que vino después, si insistimos, le ponemos números: 11 discos de estudio y tres en vivo, shows que se cuentan de a cientos, una docena y media de premios Gardel (tres de ellos son estatuillas doradas, las más importantes).

“Yo le había propuesto a la directora de la escuela cantar una canción en alusión a la fecha que se celebraba y luego hacer un microconcierto. Ese fue el primero de cinco que hice con mi hermano Ariel, con quien seguimos trabajando”. Astuto el muchachito. Consiguió eso que hoy está de moda llamar “residencia”, aunque para aquel momento no fuera más que un ciclo gratuito de shows. Bueno, de “microshows”.

-Además de músico, eras un pichón de productor si vos mismo hiciste el acuerdo.

-Lo gestioné yo. Le dije a mis padres que me quería dedicar a cantar, que soñaba con ser cantante. Entonces, de manera muy honesta me dijeron que estaban para acompañarme, pero no estaba en sus posibilidades hacer demasiado por mí, digamos. No podían mandarme a estudiar música, ni canto, ni nada. Entonces, si yo encontraba espacios o posibilidades o lo que fuera, ellos me ayudaban en la parte adulta, pero no podían hacer mucho más. Y así me puse a gestionar, a ver cómo y por dónde podía empezar.

-Tus padres apoyaban hasta ahí, pero no faltaron los sándwiches de milanesa que hacía tu mamá en la grabación del primer disco.

-En realidad, mi mamá nunca dejó de hacerme las milanesas. Cuando las hacía para la grabación era porque los hijos tenían que comer, no porque eso fuera a aportar a algo de lo que estábamos haciendo. Mi mamá nunca firmó un contrato, mi papá nunca se metió. Teníamos apoderados. Ellos nunca tuvieron que ver con el negocio. Ellos siempre cuidaron a sus hijos, se aseguraron de que estuvieran lo más protegidos y cuidados posibles. Al día de hoy, es lo que les preocupa. Mi mamá me llama para a ver si me llevé abrigo. Mi papá lo mismo. No si firmé un contrato ni con quién.

-Tu primera actuación en el festival de folclore de Cosquín, en 1998, habrá sido la bisagra artística. Recuerdo que en ese enero de festival tu nombre resonó mucho.

-Se dieron varios factores al mismo tiempo. Una sincronicidad que después no se volvió a repetir, para mí y para muchos de los que somos de esa generación. Se dio que era el regreso de León [Gieco] a Cosquín, creo, después de 15 años. Y León era el productor de mi primer disco. Fue muy beneficioso el espacio que él me dio en su escenario, hasta estar con él en una conferencia de prensa, con todo lo que eso significaba. Todo lo que él derramaba era enorme. Además, fue un Cosquín muy sensible, en muchos órdenes también. Recuerdo ver a todos los fotógrafos con la pechera de José Luis Cabezas. Creo que, en momentos sociales sensibles, la música hace un trabajo; corre como un río embravecido, ¿viste? Tiene una llegada muy particular. Además, había un clima muy abierto en el folclore para jóvenes y niños como nosotros, desde dos veranos antes, con la llegada de Soledad. Y de mí, hacia adentro, la experiencia Cosquín lo valía todo aunque al otro día nadie se acordara. Luego está la vigencia. Termino de sacar como conclusión que la vigencia tiene que ver más con una decisión. Vos tenés que decidir estar vigente. Nota aquí.




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