Escribí en su día una espinela de saludo a Marian Salgado , quien vive en plena Naturaleza, en la sierra de Madrid:
que estás en pueblo pequeño
y que empeñas todo empeño
en ser feliz, sin matices.
Y en tu afirmación predices
que en tu refugio abulense
vives en paz, nadie piense
que lo dices por decir.
Que vivir sólo es vivir
y no ejercicio circense.
Si yo tuviera esa huerta
y esos claveles tan cerca,
no habría cancela ni cerca,
tampoco pondría puerta.
Quedase la finca abierta
para contagiar al mundo
de ese color tan rotundo
que desprende la figura.
Que decida la hermosura
por tanto instante fecundo.
Here aquí que Virtudes Cabrera, su amiga y vecina, pidió discretamente una décima y se la envié:
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