domingo, octubre 07, 2012

Yoani Sánchez

Rumpelstiltskin
El sudor de aquellas tres mujeres que me metieron en un auto policial aún lo tengo pegado en la piel y bien adentro en las fosas nasales. Grandes, corpulentas, implacables, me llevaron hacia aquel cuarto donde no había ventanas y el deshecho ventilador sólo echaba fresco hacia ellas. Una me miraba con especial sorna. A lo mejor mi rostro le recordaba a alguien en el pasado: una adversaria en la escuela, una madre despótica, una amante perdida. No sé. Lo que sí recuerdo es que, en la tarde del 5 de octubre, su mirada quería destruirme. Fue ella la que hurgó bajo mi saya con mayor deleite, mientras otras dos uniformadas me agarraban para hacerme la “requisa”. Más que buscar algún objeto escondido, esa revisión perseguía el objetivo de dejarme con una sensación de violación, de indefensión, de estupro. Crónica aquí.

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