domingo, julio 02, 2017

Luis García Montero

Madrid arcoíris

Me gusta el espectáculo. Paseo por la ciudad y compruebo el orgullo tumultuoso de la gente que pasa. Parejas de hombres que caminan de la mano, mujeres que se besan, cuerpos vestidos de forma provocativa, grupos que se reúnen bajo la bandera arcoíris, balcones y fachas LGBT.

Me gusta el espectáculo, el orgullo de la libertad y la felicidad. En esta alegría, en este azul de verano altivo, quizá me pesa el recuerdo junto a la reflexión. Sí recuerdo a Federico García Lorca, a los niños que en sus poemas se sientan en el último pupitre, a los muchachos que sufren en los colegios la vigilancia furiosa de los directores. Ser afeminado fue para él una cicatriz; tuvo que idear mil formas distintas de convivir con “su defecto”. Comprendió que la explotación y la desigualdad no sólo tienen causas económicas: El hambre está en las carnes desgarradas por la sed, / en la choza diminuta que lucha con la inundación, / el amor está en los fosos donde luchan las sierpes del hambre / y en el oscurísimo beso punzante debajo de las almohadas. Nota aquí.


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