martes, abril 28, 2020

Rafa Mora

VÉRTIGO

Nos desprendemos, inevitablemente,
del resto de gotas.
Es nuestra deuda al nacer.
Nuestra marca certera e indeleble.
Es por eso,
que a pesar de todo,
hay que defender la vida con la dignidad, siempre, a flor de piel.
Sin perdernos un instante de luz,
un ápice de esperanza.
Abrazar la enredadera que crece en nuestro balcón.
Respirar el oxígeno y esperar su alquimia.
Somos la herida, sí.
Pero también la aguja que cose su cicatriz.


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