La espera
Yo te estaré esperando en una nube.
Por entre claros días. En las calles
de aquella ciudad que conocimos,
hace ya tantos versos y desastres.
Yo volveré a los bares y, en silencio,
miraré amanecer en tu recuerdo.
A raudales, el sol, por los cristales,
entrará como un dios resplandeciente.
Veré pasar las horas, las primeras
que despiertan el aire, siempre extraño,
de toda amanecida, escalofrío
de la carne y el alma. Escalofrío.
Y yo te esperaré sin saber cuándo.
Palabra en el silencio y las esperas.
Desconsolada luz, deshabitada
y muda ya la voz que no me nombra.
Y sé que, cuando en una madrugada
despiertes a otro cuerpo en la penumbra,
encontrarás en sus ojos ese asombro
que yo sentí contigo al abrazarte.
Tal vez yo para entonces esté lejos,
en un café cualquiera. En paz y solo,
viendo pasar la vida como un golpe
de luz por el cristal de la ventana.
No te recordaré, ni tú tampoco.
Será niebla lejana lo que fuimos.
Tal vez, de vez en cuando, una punzada
al oler un perfume en el armario.
En todos los cafés del universo
hay una mesa, siempre reservada
para cualquier corazón como éste nuestro
que espera que amanezca del olvido.
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