“Yo tengo una prueba con los libros. Leo cuatro páginas y, si no me interesan, los dejo”
La gran ensayista argentina habló con Infobae sobre el libro que recupera sus clases de literatura argentina de los años 80, reveló hábitos de lectura y recordó sus prácticas de enseñanza : “Para ser docente tuve que dominar la ironía, aunque en mi vida cotidiana la practico hasta el hartazgo”
Hacía frío y el cielo gris de mayo se iba apagando en ese lunes de Feria, de una Feria del libro que se había esperado por más de dos años. Había menos gente que durante los fines de semana pero mucho más que lo habitual en un lunes. Los barbijos, esa extensión de nuestros cuerpos pandémicos, no encuentra lugar fijo. Se usa de pulsera, se guarda en el bolsillo o la cartera, pero muchas personas siguen cubriendo su rostro en combate con el virus pero también como una buena posibilidad para pasar desapercibido en un lugar público. Todo indica que eso es lo que ocurre con Beatriz Sarlo, sin dudas la intelectual argentina más influyente, la que partió de la literatura a los estudios sociales y, luego, a los análisis de coyuntura política.
Fue docente, es ensayista, crítica literaria, y desde hace ya bastante tiempo Sarlo practica también una singular forma del periodismo de análisis. Mientras sigue trabajando con el ensayo como género privilegiado, le sumó además memorias de viajes y textos más urgentes de periodismo político. Antes y después de tanto estudio y tantos libros, su personalidad militante la fue llevando a lo largo de una intensa deriva amorosa por diferentes movimientos del campo político y, a fuerza de lucidez y una capacidad argumentativa extraordinaria, supo ganarse un espacio propio con la palabra, una palabra que siempre -aun para la descalificación- es una palabra que pesa, que influye, que deslumbra o que enoja. Nota aquí.
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