sábado, mayo 28, 2022

Rodolfo Serrano

El cansancio
Vamos a suponer, sin ir más lejos,
que este cansancio amargo que me sube
hasta mi corazón, tiene sus causas:
la enfermedad que me abre carne y huesos,
tanto telediario y tanta guerra
o lo más simple y cruel, que estoy muy viejo
(vaya usted a saber a estas alturas),
o que ya no estás tú ni me recuerdas.
Lo cierto es que no estoy ya para nadie.
Que escribo cuatro versos infumables,
que dormito a menudo y he dejado
de leer los periódicos y, ahora,
no salgo ni a la calle ni siquiera
a mirar quién pasa ante mi puerta.
Que para mí Madrid es ya una foto
del Cancio con su aire de abandono,
con esa soledad que se me cuela,
dulce, muy suavemente, por los poros
y arrastra viejos días y me mata.
Te confieso, ya ves, que bien quisiera
escribir del jazmín que cada noche
sube por la ventana y me adormece.
Del calor de la tarde, de ese viento
seco de los rastrojos que aún recuerdo
cuando madre dejaba que jugáramos
en el sobrao en las siestas de verano.
Y escribir de los bares y tabernas
de las calles desiertas y sin gente,
de ese café sin nadie, del Viaducto
mirando la más bella y la más triste
puesta de sol que nadie ha visto nunca.
Y todas esas veces que morimos
de amor y de añoranza, cuando éramos
tan jóvenes que todo lo sabíamos.
Y ya no escribo nada. Solo os dejo,
lo dije hace ya tiempo, mi tristeza.
Cuidadla con cariño. Os lo repito.
Es lo único que he salvado del naufragio.
Foto de Raul Cancio que inspiró este poema.



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