Juan de Mairena se entera de la muerte de Antonio Machado
El dolor es azul como sus días.
Lo mismo que la infancia y ese cielo
que arrastró usted, callado, hasta su muerte.
lloro a solas, y lloro sin consuelo.
La muerte fue en Colliure, en tierra extraña,
en esa tierra amiga que hoy le cubre
que acogió su cansancio y sus dolores.
Madame Quintana llora por su ausencia
con lágrimas que España le ha negado.
El pueblo que amó usted en alma y cuerpo
vino a llevarle en hombros milicianos.
Todo lo perdió usted, mas siempre tuvo
el más alto valor: el de ser hombre.
Los señoritos no saben de estas cosas.
Mejor que usted no vea, don Antonio,
la sombra que caerá sobre su España.
Aquí no habrá vencidos, habrá muertos
llenando las cunetas y los campos.
Esta victoria va a ser a sangre y fuego.
Silenciarán su nombre y su palabra.
Será usted un poeta sin leyenda.
Pero habrán de brotar, como la jara
en Campos de Castilla, sus poemas
que inundarán las almas de los hombres
cual lluvia torrencial y compasiva.
En paz descanse don Antonio
el bueno
en el mejor sentido que tiene la palabra.
Iré a buscarle esta noche hasta el Varela,
para oírle decir: “Decía Mairena...”
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