VÉRTIGO
Nunca conocí el vértigo
hasta que me dejé caer en ti.
No es la altura.
Es la velocidad punta
entre las costillas,
cuando tu aliento me recorre la piel,
cuando me desnudas sin tocarme.
La ligereza de abandonar el lastre,
atado al cuello,
para lanzarme por tu abismo
con la esperanza de ser capaz
de desplegar mis alas
si se acerca demasiado el suelo.
El valor de descoser las heridas,
todas,
y contarte la historia de su remiendo.
El miedo de perderme al seguirte,
o de girarme y no encontrarte
tras mis pasos,
o de amanecer cualquier mañana
y darme cuenta
de que desperté de un sueño
que siempre me pareció real,
o de no hallar en tus ojos
el más mínimo atisbo de cielo.
Eso.
Vértigo.
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