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Hubo un tiempo en que hacía cualquier cosa con tal de hacerme visible, para dejar de ser invisible, y lo malo o lo bueno a saber, es que crecía en los días aunque fuera subido sobre un bote de hojalata maltrecho y roñoso harto de rodar por la vida entre la brea y el cemento.
No veo el paralelismo ni a quien pretendía, siquiera por más que lo pienso no sé de que fuente bebía para mostrar esos minutos de vertiginosa soledad, que al fin y al cabo pudiera ser que lo fueran, que fuera la respuesta, la clave. El resto no importaba ni contaba.
Un solo de guitarra en medio de una larga canción salvándola de una inspiración cansina y mediocre. Pudiera ser.
Ahora, hoy, despojado, deshojado de yo que se qué, con menos tiempo y ninguna prisa, hace tiempo que me propongo no estudiar cada paso, ni cada exceso, pero me exijo subir al siguiente escalón no sin esfuerzo, y observar. Esbozo una sonrisa si creo pisar por donde no debo, se que es de locos intentar abrir y entender que hay detrás de la cortina, acaso la misma curiosidad que inevitablemente me lleva al principio donde quiero estar y no quiero salir, a esa espiral que me acompaña y de vez en cuando, me muestra una puerta falsa de salida.
Hablando de otras cosas pero también de uno, para romper con alguna rutina, hoy espero cerrar un trato y darme un capricho, por eso he viajado a mi pasado desde mi presente, y me atreveré a probar una guitarra a la que respeto mucho y deseo aún mas, otros orígenes, otra sonoridad, otras maderas, otras cuerdas, otro brillo, otro color, aprenderé una forma más de acariciar para sentir un nuevo llanto.
Después de todo y tanto pensarlo, para eso me he perdido, para no volver con las manos vacías aún cuando me lo niegue el alma.
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