“Benito de La Boca”: un barrio evoca a su artista
La obra rinde homenaje a Benito Quinquela Martín, un artista con un perfil anómalo para los estereotipos de la época, quien es encarnado por Roberto Peloni.
“Un hombre que pinta su aldea y se vuelve universal. Como el mito griego de Atlas, carga a La Boca sobre sus espaldas”. Esa es la imagen que Lizzie Waisse, creadora y directora de Benito de La Boca, comparte en el texto del programa de mano sobre el protagonista del musical que acaba de estrenar en el Complejo Teatral de Buenos Aires: Benito Quinquela Martín. Después de ver la puesta también es válido pensar la imagen inversa: el barrio de La Boca cargando a Benito sobre sus espaldas para rendirle homenaje y agradecer todo lo que le dio al lugar que lo vio crecer. El espectáculo va de miércoles a domingos en el Teatro de la Ribera (Av. Pedro de Mendoza 1821).
Hay varios elementos destacables en Benito. Por un lado, la operación de rescatar a un artista argentino con un perfil anómalo en relación a los estereotipos de la época, un personaje contrahegemónico. Por otro, el modo de narrar su biografía: sin olvidar la importancia de las formas, la creadora optó por incorporar datos sobre la vida de Quinquela sin didactismos extraños, de una manera divertida y orgánica, con guiños a la actualidad, toques humorísticos bien pensados y el recurso metateatral. Por último, el alto nivel del equipo creativo: un elenco de intérpretes con gran destreza (todxs cantan, bailan y actúan bien, y no siempre ocurre en este género), la presencia de músicxs en vivo que forman parte del aquí y ahora de la escena y el trabajo puntilloso en cada disciplina: diseño sonoro (Verea) y lumínico (Sirlin), escenografía y vestuario (Lievendag y Sleigh), coreografía (Wons), dramaturgia, dirección actoral (Dasso) y la maravillosa música de Mozzi (sería bueno poder acceder a las canciones a través de alguna plataforma). El universo Quinquela invitaba a jugar con colores, formas y texturas, y estxs creadorxs aceptaron el desafío: desde el ingreso a la sala está presente la atmósfera sonora del puerto y las aguas turbias del río que ante los ojos del pintor abandonan su monocromía para transformarse en otra cosa. Nota aquí.
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