FE
La muerte no me llena de tristeza,
las flores que saldrán de mi cabeza
algo darán de aroma.
Hace tiempo creía
en un Ser poderoso que me amaba
y era reconfortante pensar que las tristezas
tenían un provecho, incomprensible
para mi limitada inteligencia,
pero esperanzador:
por lo visto, todo era por mi bien.
Estaba protegida
por los divinos brazos, mientras otros
-desdichados impíos-
tenían que jugársela a una carta,
luchar contra el destino
sin más ayuda que sus propias fuerzas.
Me dijeron también
que esto no se termina con la muerte,
-por si alguien pensara en el suicidio-
que nos viene otra vida,
eterna, para colmo,
sin dolor y sin hambre ni injusticias
ni enfermedad ni guerras,
siempre que confiemos en la Misericordia.
Largo me lo fiaban los profetas.
Sucede, sin embargo, a estas alturas
que está una tan cansada
de vivir y llorar calamidades
que no es que ya no crea -¡Dios me libre!-
sino que me estremece pensar en otra vida.
Eterna, para colmo.
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