Los irreductibles de la Nacional 6
La vida en las localidades que jalonan la N-VI cambió radicalmente con la apertura de la A-6, la autovía paralela. Cerraron restaurantes, gasolineras, hostales… El tiempo se detuvo. Pero no todo es nostalgia. A lo largo de este cordón de asfalto de 609 kilómetros que une A Coruña con Madrid brotan propuestas en torno a la literatura, el cine y la música, que la convierten en una suerte de Ruta 66 española.
La carretera está viva esta mañana, pero, a veces, la vida no es más que un rumor de un pasado que se resiste a desaparecer. La Torre de Hércules sabe bien de rumores que se perdieron con el viento en este extremo norte de A Coruña. Elevado sobre un cerro de 50 metros, este faro, erigido en el siglo I y que presume de ser el de origen romano más antiguo del mundo, observa con su mirada circular dos horizontes en la lejanía: el del Atlántico y el de la antigua Nacional 6, popularmente conocida como N-VI o carretera de La Coruña: una vía de 609 kilómetros que, como un larguísimo cordón de asfalto y recuerdos, todavía une Madrid con la ciudad gallega, pese a sucumbir desde hace más de tres décadas al nacimiento y desarrollo de la A-6 (una de las seis grandes autovías radiales de España) que dejó a esta carretera y muchos de sus pueblos fuera de su tránsito esencial. “La vida era otra”, asegura señalando a la N-VI José Locay, un campesino jubilado de 86 años que reside en Pedrafita do Cebreiro, una de las más de 50 localidades por las que pasa esta carretera que atraviesa ocho provincias desde Galicia hasta Madrid, o viceversa. “Pero aquí estamos todavía cada mañana”, apuntilla señalando ahora a una de las mesas del bar La Ruta. Este anciano es una de las decenas de miles de personas cuyas existencias se vieron afectadas para siempre por el declive de una carretera que, en otro tiempo, fue de las más transitadas de la Península. Nota aquí.
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