Ismael Serrano antes de su concierto sinfónico en Uruguay: "Cantar es una forma de rebelarse ante el pesimismo"
Este sábado, el autor de "Papá, cuéntame otra vez" y "Ahora que te encuentro" se presentará en el Auditorio Nacional del Sodre con un recital sinfónico que reimagina su obra. En la previa, dialogó con El País.
La llamada de El País encuentra a Ismael Serrano en Buenos Aires. Aunque es lunes, el español todavía tiene latente el espectáculo que presentó el sábado en el Movistar Arena. “La verdad es que esta gira es espectacular y el concierto fue una locura”, es lo primero que comenta. “Es todo muy emocionante”.
A sus 51 años, el cantautor vallecano se embarca en el proyecto más ambicioso de su carrera: un espectáculo sinfónico en el que reimagina su obra junto a una orquesta de 40 músicos. La idea nació en 2023, cuando su director musical, Jacob Sureda, comenzó a trabajar en los arreglos orquestales de su repertorio. La lista incluye clásicos infaltables como “Papá, cuéntame otra vez”, “Ahora que te encuentro” y “Si se callase el ruido”, junto a piezas de gran carga emocional como “Estaré ahí”, dedicada a su hijo, y “Vértigo”, una canción de su álbum debut que cobró un nuevo significado con el paso de los años.
El resultado fue Ismael Serrano. Sinfónico, un disco que trascendió el formato musical para convertirse en una pieza de colección. Además de sus ediciones en CD y vinilo, se lanzó una versión especial con acordes de cada canción. El siguiente paso natural fue llevar el proyecto al escenario, y así nació la gira sinfónica, que ya ha recorrido varias ciudades de España, pasó por Argentina y que mañana llegará a Montevideo. Allí, en el Auditorio Nacional del Sodre —escenario habitual de sus visitas a Uruguay—, Serrano se presentará junto a la Orquesta Juvenil del Sodre.
Además del repertorio del álbum, adelanta que el concierto incluirá algunas sorpresas que espera registrar en un segundo volumen del proyecto. Las últimas entradas están disponibles en Tickantel desde 3000 pesos, y hay 2x1 para socios de Club El País.
—Esta gira no solo revela otra faceta de tu rol como intérprete: en el escenario también te mostrás sin guitarra y cantás al servicio de la orquesta. ¿Cómo te sentís cada vez que presentás el espectáculo?
—Es como dejarse llevar para que la orquesta te lleve a volar. Y es verdad que interpreto las canciones desde otro lugar, porque yo no mando tanto en las canciones, sino que pasan a ser un hecho más colectivo. Debe ser algo parecido al vuelo sin motor, donde dependes de las corrientes de aire, y la orquesta siempre me deja en buen puerto. Me gustan mucho las “canciones río”, que son aquellas que no pasan dos veces por el mismo lugar e incluso a veces no tienen estribillo. “Recuerdo” es una de ellas, y esa sensación de viaje casi cinematográfico se potencia con lo sinfónico, que también conecta mucho con lo cinematográfico.
—Al escuchar el disco del proyecto, me sorprendí al descubrir la vigencia de “Si se callase el ruido”, que publicaste en 2007. De hecho, se volvió aún más significativa.
—A veces es bonito que las canciones no pierdan vigencia, pero también es triste. “Si se callase el ruido” habla de la intolerancia y de ese ruido reaccionario que pretende callarnos y evitar cualquier tipo de diálogo. Y es verdad: en vez de calmarse con el tiempo, se volvió más agresivo; es un tanto inquietante. Los conciertos están siendo muy emocionantes porque hay una necesidad de encontrarse en torno a ciertas cuestiones como las que propone “Si se callase el ruido”. Esta gira es una invitación a no sucumbir al desánimo generalizado al que invitan las noticias. Yo creo que, a veces, el pesimismo es una herramienta política para desmovilizarnos, entonces cantar canciones que nos ayudan a entender el mundo es una forma de rebelarse ante ese pesimismo.
—Tu último ejercicio retrospectivo fue Todavía, de 2018, donde reversionabas tu obra en un formato minimalista de guitarra y voz. Ahora vas a lo contrario, con una orquesta de 40 músicos. ¿Cómo surgió la idea?
—Venía de hacer conciertos muy íntimos para reivindicar el canon cantautoril de guitarra y voz, y me apetecía darle un carácter de celebración a mi nuevo disco. Hace mucho que tenía pendiente cumplir el sueño de hacer un álbum sinfónico. Ya había cantando como invitado en algunos conciertos sinfónicos del Teatro Colón en Buenos Aires, pero me faltaba grabar un disco que dejara constancia de todo el trabajo que implicaron los arreglos, y luego embarcarme en una gira. Eso sí, tenía que ser una gira contenida, porque tiene a mucha gente detrás, y por eso viajamos a algunas ciudades de España y de Latinoamérica. El proyecto tiene mucho de auto-homenaje (Se ríe), pero también de reivindicar una forma de hacer discos.
—¿En qué sentido?
—En el de que estamos en un contexto en el que todo es profundamente artificial y la Inteligencia Artificial está por romper el paradigma de la producción musical. Entonces, rodearme de 40 músicos en un contexto en el que prácticamente son pocos los discos los que se hacen con músicos reales, no es algo menor. Me llama la atención que existan los “camps de composición”, donde un tipo te dice cómo es la melodía, otro te dice el estribillo y un equipo elige las palabras pensando más en el algoritmo que en el oyente. Allí dejan afuera a los dictados del alma y al proceso íntimo y personal que surge de la necesidad de contar algo. Por eso, creo que es importante hacer un disco que ponga en valor a las canciones y además les dé un vuelo diferente con el aporte de una orquesta sinfónica.
—Imagino que la selección del repertorio para el proyecto te obligó a mirar a tus canciones desde afuera para volver a aprenderlas. En ese sentido, ¿qué puntos de contacto encontraste entre ellas?
—Creo que hay un empeño por cantarle al nosotros. Es algo que define a la canción de autor y que refiere al mundo que nos toca habitar. No es solamente una cuestión política, tiene que ver con ubicarse en el mundo en el que vives, porque tu vida se conecta con la de los demás. Para mí, la canción definitiva es “Te recuerdo, Amanda”, de Víctor Jara, porque es una canción de amor en la que el contexto social interviene en la historia dramática. Esa mezcla entre lo personal y colectivo sigue estando en mi escritura. Y, sobre todo, encontrar en lo cotidiano, como decía Fernando Pessoa, el misterio de lo desconocido. Me interesa seguir ahondando en nuestras pequeñas batallas domésticas, esas que encierran una épica de las que no somos muy conscientes.
—Y otro aspecto clave en tu estilo está en eso que mencionaste al inicio: las “canciones río”. ¿Estás de acuerdo?
—Sí, me gustan mucho ese tipo de canciones que cuentan una historia como la de “Vértigo”. Aunque los “tiempos TikTok” imposibilitan contar cualquier tipo de historia en una canción, me gusta componer letras que no van dos veces por el mismo lugar y que no repiten el estribillo.
—¿Recordás cuál fue la primera canción que te hizo sentir el orgullo de haber cumplido con estás búsquedas?
—Sí, claro. Era “Papá, cuéntame otra vez” y ocurrió una noche en la Facultad de Sociología. Habíamos intervenido el edificio a modo de protesta por la suba de las tasas académicas, y el lugar estaba lleno de estudiantes que acampaban para acompañar la medida. En esa época, yo ni siquiera había empezado a cantar en cafés; solo me animaba a enseñar mis canciones en las guitarreadas con amigos. En el hall había un tipo que se había llevado un equipo de música y cantaba canciones de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, y mis amigos me dijeron: “Oye, sal y canta una tuya”. Me empujaron y, aunque me daba vergüenza, me acerqué al chaval y le pedí que me dejara cantar. Me dejó su lugar, me puse a cantar “Papá, cuéntame otra vez”, y entonces pasó algo superbonito que me sigue poniendo los pelos de punta hasta hoy: el público estaba en otra cosa, pero poco a poco se fue haciendo el silencio y la gente empezó a escuchar la canción. Cuando terminó, se hizo una ovación y mis amigos, que estaban en una de las galerías de la facultad, se asomaron con el medio cuerpo al vacío mirándose a los ojos y preguntándose entre ellos qué ha pasado. No entendían la efervescencia del momento (Se ríe). Fue en ese momento que entendí que alguna de mis canciones podían llegar a emocionar y a conectar con la gente. Fue algo sumamente genuino que identificaba que “Papá, cuéntame otra vez” podía llegar a algo. Nota aquí.
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