Noches de Lexatín
Me tomo un Lexatín. La lluvia suave,
que acaricia, muy fría, los cristales,
es un rumor lejano. Veo las luces
La noche es una mancha espesa y larga.
Me arropa, lentamente, carne y miedos.
El reloj, incansable, es una eterna
esfera de un mañana luminoso.
Tengo todo. Las sombras del pasado
recorren este cuarto. Se me acercan .
Me abrazan el cansancio y el hastío,
recuerdan la pasión de viejos días.
En los cajones, informes y papeles
prescriben que este cuerpo es un milagro,
que es raro que funcione a estas alturas.
(Mi corazón no se habla con los médicos).
Siento mi alma mojada por la lluvia,
empapada como la tierra en barbecho.
En mi pecho esta noche anida un pájaro.
No se atreve a volar hacia las nubes.
Me adormezco -funciona el Lexatin-.
Me envuelve el suave roce de las sábanas.
Te abrazo. Me acaricias. El silencio.
Hay un muro en mi noche. Lo derribas.
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