viernes, agosto 08, 2025

Copetín Fiat

 Cafetines de Buenos Aires: la esquina que comenzó como un almacén de barrio en los 50 y creció de la mano de la industria automotriz

Ubicado en Wenceslao de Tata y Cervantes, en Caseros, Copetín Fiat nació cuando la empresa que le dio el nombre llegó a la Argentina y se instaló en la esquina de enfrente de una tienda que oyó la demanda de los trabajadores que se multiplicaron en el barrio y reclamaban un sitio de reunión. La historia de un lugar que explotó con el desembarco industrial italiano, se convirtió en bar notable y este mes cumple sesenta años.

En ocasiones la vida social de un pueblo o país puede describirse a partir de un café o bar de esquina. Es cuando el comercio en cuestión sirve de vehículo para narrar sucesos históricos. Esta cualidad es independiente de la magnitud de su superficie. Por pequeñito que sea. Aunque tenga el tamaño de un Fiat 600. Ya entenderán por qué salí de la ciudad rumbo al oeste del conurbano para relatar al Copetín Fiat.

El Copetín Fiat está ubicado en la esquina de Wenceslao de Tata y Cervantes, Caseros, partido de Tres de Febrero. El negocio comenzó siendo un almacén de barrio a mediados de los años 50. Sus propietarios eran Francisco Oliverio y su esposa, María. Él, calabrés. Ella, bonaerense de Guaminí. En la esquina de enfrente al almacén funcionaban los talleres de IMEMA, la metalúrgica que fabricó —sin alcanzar una escala industrial—, entre otros modelos, el automóvil Mitzi B40, una micro cupé de reducidas dimensiones y bajo consumo, de producción 100% nacional. Tiempo después, en ese mismo predio se instaló la Fiat para fabricar otro auto pequeño: el Fiat 600. Está claro que con este desembarco industrial italiano el barrio se convulsionó. También se multiplicó el movimiento de gente. Como reza la instalación artística sobre el paredón de lo que fue la Fiat, sobre la calle Miguel de Cervantes, “Todos los Fititos de la Argentina salieron de acá”. En total —según las estadísticas— fueron fabricados 294.000 Fititos entre los años 1960 y 1982.

Todo tiene un por qué y aquí comienzan las referencias históricas. El año 1960 fue el del sesquicentenario de la Revolución de Mayo y también se lo conoció como “Año Motorístico Argentino”. La razón de la denominación tuvo que ver con la firma del decreto N° 3696 por parte de Arturo Frondizi, por entonces presidente de la nación, que estableció el “Régimen de promoción para la industria automotriz”. Los empresarios locales, y otros que vinieron a instalarse del exterior alentados por el impulso que promovía el decreto, se largaron a fabricar vehículos. Un lustro más tarde, durante el gobierno de Arturo Illia, la economía de los argentinos mejoraba, bajaba la deuda externa, el presupuesto en educación crecía y se vivía un período de gran expansión y participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas. Ser un “Hombre Fiat” representaba a una clase media nacional que llegó a una cima inalcanzable para el resto de Latinoamérica. Y fue justamente en 1965 que Francisco y María, en respuesta a la demanda obrera que circulaba a diario por Wenceslao de Tata y Cervantes, decidieron abrir un bar con despacho de bebidas en la esquina de su almacén copiando la tipología de tantos antiguos almacenes bar que funcionaron en los barrios de Buenos Aires. Sin embargo, en provincia, la habilitación comercial otorgó un registro tan bonito como de uso infrecuente dentro de la Capital Federal: Copetín al paso. Nota aquí.






0 comentarios: