domingo, noviembre 11, 2018

Joaquín Pérez Azaústre

Los Douglas

El emocionante momento que descubre 

la hondura de la relación entre padre e hijo

Entre el ruido y la furia desbordante del mundo, Kirk Douglas ha estado con sus 102 años acompañando a su hijo Michael al recibir su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood. Eso es un padre y eso es un hijo. El muchacho tiene ya 76 años y hace mucho tiempo que salió de las calles briosas y curtidas del San Francisco más televisivo, junto al Karl Malden más crepuscular, para descubrirnos que no solo era un hijo, sino también un nombre, un cuerpo propio, con su carga dramática en los ojos. Escribo un cuerpo propio porque Kirk Douglas era un cuerpo y sigue siendo un cuerpo: Espartaco ha vuelto de la cruz y tiene 102 años, se ha puesto unas gafas oscuras para resistir el sol --no tan deslumbrante como nos gusta imaginarlo-- de Los Ángeles, en su silla de ruedas; pero ahí, con esa fuerza, apoyando a su hijo mientras su amiga Jane Fonda proclamaba que ningún astro actual de Hollywood merecía una estrella más que Michael. Crónica aquí.


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