sábado, febrero 22, 2020

Ángel Petisme

LA CAMISA DE MACHADO
Es el centro del mundo esta mañana
este pequeño camposanto de Collioure,
cada mañana y cada año del domingo más cercano
al veintidós de febrero.
Una madre y un hijo,
dos cuerpos juntos bajo el amor rendido de la tierra.
Un diminuto lugar de peregrinación,
un nicho prestado, una tumba comprada después,
se han convertido en el símbolo
de la democracia y la libertad.
Es un lugar humilde este puertecito al que dan sombra
el Castillo Real y las nubes, a veintidós kilómetros
y a cien millones de años de luz
y suspiros de España.
El epicentro de la historia y la derrota,
la frontera de la vida a cuarenta minutos
pero también la diferencia
de dos piedades y dos paces:
la de los cementerios, la de Dignidad.
La frontera de los sueños perdidos,
la playa Boramar de Collioure
que debiera llamarse la playa Dignidad,
Collioure que debiera llamarse Collioure.
Aquí descansan las tres muertes de España,
los tres castigos supremos para los perdedores.
La muerte fue en una cárcel de Alicante,
la muerte fue en un barranco de Granada,
la muerte fue en el exilio de Collioure.
Un lugar humilde, hacen buenas anchoas y vino,
pero es el punto de encuentro del planeta
donde se citan la verdad y la historia,
la representación de la tragedia.
El ombligo de las rosas y la angustia,
la llama de la memoria,
los soñadores que se sueñan.
Un buzón, una tumba
a la vera del arroyo Douy.
Una parte de España coleando, resistente y viva,
al otro lado de los Pirineos.
Boramar, estos días de infancia y estos soles azules.
Se fue como los hijos de la mar vencida,
envuelto en una sábana.
"Sólo la tierra en que se muere es nuestra".
Aquí descansa la otra España,
los Campos de Castilla, los Cantares,
el Olmo Viejo, los mundos sutiles,
los Proverbios, estelas en la mar.
Un hombre silencioso y bueno.
La libertad, la soledad de España.


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