domingo, febrero 23, 2020

Rodolfo Serrano

Los comunistas
Los viejos comunistas. Los recuerdo
por las calles del barrio. La cabeza
muy alta y baja la mirada.
En sus cuerpos
podía adivinarse
un recuerdo de cárceles y golpes.

Noches de vino áspero. Reuniones
clandestinas, discusiones eternas.
Las consignas
decían que aquel año
caería el dictador. No comería
el turrón en el Pardo. Y sonreían.

Y luego se marchaban,
saliendo por parejas, como
si fueran dos amigos
volviendo de algún bar, de una partida
prolongada de cartas y tabaco.
Santos laicos que nunca recibieron
los laureles de tanto sacrificio.

Fraternales, dispuestos
a ayudar al camarada. Y preparados
a perder en la última batalla,
lo único que ya sólo tenían:
la libertad por una idea
tan vieja como el hombre.
Entonces no supimos abrazarles.
Los jóvenes, nosotros,
dijimos que su tiempo había pasado.
Que otros vientos más fuertes
barrerían
su historia y la de España. Reclamamos
el fusil y la espada. Y enterramos
su lucha y sus palabras,
su corazón abierto hacia los otros.
Luego vino el olvido y el desprecio.
La derrota sin gloria y sin recuerdo.
Ni siquiera sería para ellos
esa triste victoria palaciega
de miedo y de renuncia.
Se nos fueron quedando en las esquinas
más tristes de los libros. Se veían
en algaradas callejeras,
defendiendo derechos ya perdidos,
acariciando el cielo,
mas sabiendo que jamás lo asaltarían.
Mis viejos comunistas, os recuerdo
en la tarde de invierno, en los papeles
guardados en las cajas del olvido.
Brindemos por vosotros. Hoy levanto
esta copa de vino
peleón. Ruego a los dioses
que guarden la memoria de vosotros,
los que hicisteis que un aire de esperanza
uniera el corazón de los vencidos.


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