La fabulosa vida de un cubano apodado Gringo, su paladar y su Dodge Coronet
De la artesanía a una cárcel en La Habana, pasando por los frijoles negros, la vida de Omar González ha sido una película de aventuras
Cuando llegas a la paladar Gringo Viejo, en la calle 21 de El Vedado, te recibe en el zaguán una inquietante máscara-escultura hecha de piel de vaca curtida, bronce, cobre, vertebras de tiburón, coral negro y otros materiales increíbles que forman, entrelazados, una imagen poderosa y mestiza de Cuba que te atrapa. En ella se resume el pasado africano, indígena, chino y español que está en la esencia de esta isla pues, como se sabe, todo aquí es mezcla e ilusión, también contradicciones, y así ha sido desde el comienzo. En Gringo Viejo dan arroz congrí, ropa vieja, yuca con mojo, frijoles negros y otros platos cubanos. Y su dueño, Omar González, es todo un personaje en la ciudad, aunque solo algunos de sus amigos saben del origen verdadero de esta máscara que te observa al acceder al restaurante, que fue antes su taller de artesanía y también su casa. La pieza empezó a trabajarla Omar cuando el destino lo puso en la cárcel y la terminó siendo un hombre libre, bastante tiempo después, pero esta es solo una pequeña parte de su historia arrebatada que incluye además una notable capacidad de resistencia y un fabuloso Dodge Coronet de 1958 que tiene pintado de dos tonos y que es, a la vez, su orgullo y su martirio. Nota aquí.
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