martes, marzo 24, 2020

Ana Iliovich

La lista de Iliovich

Cada quince días la sobreviviente era llevada a su casa, donde anotó a escondidas todo lo que vio y vivió. Tras la dictadura, entregó esos datos a la Conadep.
Invierno de 1977. Ya había pasado poco más de un año desde su secuestro el 15 de mayo de 1976, cuando Ana Iliovich se dio cuenta de que los represores la iban a dejar vivir un tiempo más. “Día a día veía a los que se llevaban al pozo y esto me fue enfermando cada vez más”, atestigüó en el megajuicio La Perla-Campo de La Ribera en abril de 2014. 
A esa rutina mortal se sumó en el pesar de la cautiva lo que los torturadores comenzaron a hacerle a algunos de los prisioneros: “Como se sentían dueños de sus vidas y zozobras, los sacaban del campo de concentración y los llevaban a ver a sus padres, a sus familiares”. declaró. Contó que hasta comían en la misma mesa con los aterrorizados parientes de la víctima, como un modo de prolongar la prisión más allá de los sitios de exterminio. Ejercieron así otra refinada, perversa manera del tormento y el terror colectivo. Les permitían a algunos de los que consideraban sus prisioneros directos vivir una ficticia cotidianidad, un fulgor de cercanía familiar, para luego llevarlos de regreso al encierro. A la muerte. A la tortura física, psicológica. A la esclavitud. A La Perla. Nota aquí.


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