Dos pañuelos
Tengo dos pañuelos blancos en mi casa desplegados sobre la biblioteca. Uno era de mi madre Laura Bonaparte, y el otro de Olga Aredes. Hoy pude vencer la reticencia a exponer a la intemperie estas reliquias entrañables y las colgaré en el balcón de mi casa. Podría haber recortado triángulos de tela blanca pero no hubiera sido lo mismo. El 24 pasa por fuera y también por dentro. Y los pañuelos de mi madre y su amiga en el balcón, es lo que se verá, pero también es lo que me pasa a mí y lo que yo entiendo que le pasa a todos este día.
Recuerdo en México, en 1979 creo, a mi madre escribiendo. Pregunté qué hacía. Y me dijo: “hay que escribir a la ONU para que declare delito de lesa humanidad a la desaparición forzada”. Era una campaña de Amnistía, donde ella colaboraba. La miré con escepticismo y hasta con pena. Pensé que al menos eso le hacía bien, que le servía de consuelo. El tonto era yo. Ella estaba pensando en que era la única forma de que no prescribieran los delitos de la dictadura y pudieran ser juzgados alguna vez. Y estaba pensando en juzgarlos cuando todos los demás pensábamos que ni siquiera íbamos a poder regresar. Nota aquí.
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