lunes, agosto 24, 2020

Ana Montojo

A LOS HOMBRES DE MI VIDA

Mi padre me sentaba en sus rodillas
y hacía redondeles con el humo
de su eterno cigarro, 
yo intentaba ensartarlos con el dedo
pero se deshacían en el aire,
igual que años más tarde
se deshizo la vida que él quiso para mí.
Era, como el poeta, "en el mejor sentido 
de la palabra, bueno".

Tengo un hijo varón que es hombre hace ya tiempo,
con todo lo que encierra esa palabra
—padre, hijo, pareja, trabajador, persona—
que lucha con sus miedos y esconde su ternura
y aun así se le escapa por los bordes
de una sonrisa tímida
y que tiene muy claras esas cosas
que la gente decente tiene claras. 

Tuve otro que no pasó de niño 
—me lo robó la muerte en un rapto de envidia—
que vive en mi recuerdo y crece y se ha hecho hombre
mientras yo envejecía sin remedio
añorando su risa y sus abrazos.

Y tres nietos varones que los quiero
igual que a mis tres nietas
que los veo crecer con la inocencia
asomada a sus ojos 
y espero que la vida no les robe
la luz, la claridad, sencillamente,
esa hermosa limpieza con que miran el mundo.

Me gusta que haya hombres en mi vida
porque de ellos aprendo 
cómo se ven las cosas desde enfrente, 
su soledad distinta, el lastre inaguantable
de no ser nunca débiles, las lágrimas ocultas 
¡Quién os habrá engañado, compañeros!
Me gusta compartir con ellos esos ratos
de ironía, de risas, ese punto sutil
que a veces se insinúa detrás de la amistad
y que me hace sentir tal vez hermosa. 

A algunos los amé con toda el alma,
—que es igual que decir con todo el cuerpo—
y luego los odié o eso creía
cegada por la rabia y el orgullo
—¡A mí, que soy tan alta, tan rubia, tan perfecta,
a mí, que les di todo!—
apenas sin pensar que ellos me amaron
lo mejor que sabían y no fue suficiente. 

No os vayáis de mi vida, compañeros.
Quedaos a este lado, en la misma trinchera,
defendiendo el amor frente al espanto
de la violencia cruel que nos machaca.
No somos enemigas, compañeros,
estamos en lo mismo, en ser felices juntos,
en disfrutar la vida, que es muy corta,
y separados no valemos nada.


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