TELARAÑAS
No quiero atar mi vida a los objetos;
por más que los disfrute;
los objetos, las cosas están para servirme,
no para esclavizarme.
Distinto es el recuerdo,
los hechos que pasaron y que hicieron
la mujer que se viste con mi cuerpo.
Porque qué valgo yo sin la memoria,
sin todos los dolores que se esconden
en la malla de surcos que hoy envuelve
mi edad y mi semblante,
sin esa telaraña de derrotas
que ha tejido la vida con fibras de mi piel.
A eso no renuncio,
ni a aquel absurdo amor que duró tanto
sin que tú ni siquiera sospecharas
que amarte me salvaba de la muerte,
que eras el clavo ardiendo donde asirme
cuando todas las puertas se cerraban
y el cielo se caía. Que eras la única luz,
inalcanzable, es cierto, pero estabas
y eso era suficiente para seguir viviendo.
No me poseen las cosas,
─voy prescindiendo de ellas poco a poco─
me poseen las personas, los afectos,
el amor, el dolor, las emociones,
los recuerdos felices y los tristes,
telarañas que teje la memoria.
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