jueves, mayo 06, 2021

Rodolfo Serrano

 El dolor de los niños

Me duele la tristeza de las calles,
el dolor de los hombres en la niebla.
Me duelen los adioses y las guerras,
las pateras y el horror que hay en los ojos
de mujeres con mantas de Cruz Roja.
Me duelen los recuerdos de mi padre,
su sudor del andamio, sus dolores
por la humedad de pozos y de inviernos,
la sumisión de mi madre a yugo y flechas,
sus rodillas en el suelo de la Iglesia.
Y me duele el dolor del inocente
que sufre en hospitales, los ancianos
que pierden sus recuerdos y son árboles
sin frutos y ya secos y ya muertos.
Me duele su memoria hecha pavesas.
A veces, en la noche, cuando el odio
sopla como un viento enloquecido,
y levanta las tejas de las almas,
me llega el sufrimiento de la vida
rompiendo el cielo azul de la esperanza.
Y llega, como pájaros sin alas,
el recuerdo de días de tormenta,
como golpe de sangre que envenena
el corazón abierto de los ángeles,
el corazón de un dios que no nos mira.
Me duelen las desiertas estaciones,
la soledad que tienen los viajeros,
el cielo sin arcángeles, me duele
una mujer con miedo en los portales,
la frontera de alambradas y papeles.
Mas, sobre todo, me duelen esos niños
que esperan un futuro que no llega
desde los campamentos y las ruinas,
desde el miedo y el hambre de los besos,
desde el mismo corazón de las tinieblas.
Me duele su tristeza y esos ojos
que me arrancan la piel y que se clavan
pidiendo un corazón que les abrace,
una cálida mano, una mirada,
tan solo una mirada, una mirada.
Su dolor me acompaña cada noche.
Feroz, inevitable. Y a cualquiera
de los dioses conocidos hoy convoco
y les pido que jamás pueda olvidarlo.
Que siempre ese dolor viva conmigo.
Foto de
Raul Cancio
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