OBSOLESCENCIA PROGRAMADA
El amor caduca, claro.
Si no fuese así, ¿qué sería del mundo?
No podría calibrar su intenso color.
Retrasaríamos su extinción.
Por pena, por miedo, por vergüenza. Sin respeto.
Y entonces no evolucionaría y quedaría estancado en un fango profundo y peligroso.
El amor, caduca,
a pesar de los esfuerzos.
Necesita del desamor para ensanchar sus fronteras.
Para equilibrarse.
Para escribirse, de nuevo, con mejor caligrafía.
Con renovada mirada.
Sí, aterra, claro.
Esto de que caduque, digo.
Pero caduca,
y cuanto antes se asuma, más fácil será emprender, una vez más,
su caprichoso vuelo.
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