Anchoas a la marinera
Por llamar al rey corrupto,
el conocido Revilla
ha removido la silla
por proferir exabrupto
contra el sagrado Borbón.
Le pide indemnización
de cincuenta mil euretes,
por tocarle los juanetes,
previa la conciliación.
El querellado echa leña,
e irá a televisión
para buscar al Borbón
el ADN y la enseña.
Quien te puso una almadreña
puede meterte en apuros,
porque una multa de duros
que se pide en la querella
no parece que hará mella,
ni aclarará claroscuros.
El exiliado, en su honor,
dice que se siente herido,
pues ni miente ni ha mentido,
porque se siente un señor.
Que robe al pueblo es menor
asunto para su credo,
pues se cree dueño y su dedo
puede acusar a cualquiera,
y condenarlo a la hoguera,
por lo menos, meter miedo.
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