domingo, abril 13, 2025

Martín Caparrós

 Las memorias de Martín Caparrós, en voz del escritor y de sus amigos

Soledad Gallego‐Díaz, Manuel Jabois, Alex Grijelmo, Alejo Stivel, Juan Villoro y otra veintena de personalidades se reunen con el periodista en el Ateneo de Madrid para leer fragmentos de su último libro, a modo de homenaje.

No es extraño en Madrid que las terrazas esperen, con música de fondo, a que rompa la tarde y los invitados lleguen a tomar la primera cerveza. Pero las mesas que este sábado descansaban a la luz del salón de actos del Ateneo madrileño, con Sabina, Serrat y Brassens de fondo, no esperaban a ningún cliente cualquiera. Era una terraza hecha a la medida para Martín Caparrós, escritor, periodista, colaborador de este diario y recientemente galardonado con el Premio Internacional de Periodismo Cátedra Manu Leguineche. Y en ella se reunió con un grupo de amigos —29— para leer, al abrigo de las amenazantes nubes, fragmentos de su último libro, en un homenaje que han llamado Mopi. Un rato con Martín Caparrós y sus amigos.

En las sillas de mimbre dispuestas en forma de islas a lo largo y ancho del escenario se sentaron: Mar Abad, Darío Adanti, Miguel Aguilar, Carlos Alberdi, Juan Diego Botto, Jorge Carrión, Carlos Cué, Montserrat Domínguez, María Jesús Espinosa, Rodrigo Fresán, Soledad Gallego-Díaz, Enric González, Fernando González ‘Gonzo’, Alex Grijelmo —ya vamos por la mitad—, Manuel Jabois, Antonio Lucas, Marta Nebot, Pere Ortín, Marta Peirano, Javier del Pino, Manolo Solo, Alejo Stivel, Juan Villoro, Fernando Rapa, Miguel Rellán, Ana Romero, Maruja Torres y, a la distancia, Manuel Vicent.

La idea de juntarlos —y de dirigir el homenaje— fue del periodista Edu Galán, fruto de la “admiración y cariño” que le tiene al argentino. “Surgió como todas las buenas ideas, en un bar. Realmente esto es una excusa para una farra posterior, para tomar algo luego. Ese es el único objetivo”, explicaba Galán minutos antes, sumido en los ajetreados preparativos. Y no es difícil creerle. Al tiempo que el también escritor afinaba detalles con su equipo minutos antes de comenzar, los participantes amigos, novelistas, periodistas, actores, músicos, se reunían y reconocían en una sala contigua del centro cultural. Alguno tocaba el piano y el resto charlaba de cine, de teatro, de la vida. De eso de lo que seguramente hablan en los bares que frecuentan.

Al mediodía, la hora pactada, el heterogéneo grupo salió al escenario al ritmo de los Rolling Stones para apoderarse de las sillas que aguardaban y abrir paso al argentino que recibió una fuerte ovación de sus amigos y del público nada más entrar. “Se han reunido equivocadamente alrededor de mí y en este lugar que tiene un peso enorme para mí”, dijo Caparrós para empezar. Y las cañas no tardaron en llegar a las mesas mientras los amigos, uno a uno, leían fragmentos de Antes que nada (Random House, 2024), ese libro de 664 páginas que salió de la “estúpida urgencia, una obviedad”, del escritor por escribir sus memorias después de ser diagnosticado con esclerosis lateral amiotrófica (ELA).

Por las voces de todos pasó la vida de Caparrós. Desde su nacimiento, cuando el mundo era, “como siempre, un lugar tan extraño. De pobres como ratas y optimismos extremos”, hasta el inicio de su vejez — “ser viejo es detestar esa vida de viejo y desear que dure”—, pasando por su juventud: “Peleaba contra un enemigo que temía y percibía poderoso”. Una vida sin desperdicio del que ha sido uno de los grandes cronistas de América y prócer del periodismo narrativo. Sus manos han escrito de los niños prostituidos en Sri Lanka, del hambre en Níger, de la comunidad trans en Juchitán (México), del horror de la dictadura en su país y de tantas otras historias durante 50 años de profesión. Nota aquí.





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