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Hace unos años estaba esperando en las instalaciones de Sony Music para entrevistar a Leiva Oficial. Acababa de lanzar su disco ‘Pólvora’ y era una de esas rondas de entrevistas de promo en las que los periodistas van pasando sucesivamente para conversar con el artista un tiempo estipulado, en este caso media hora. Uno detrás de otro. En ese momento me llegó al teléfono la noticia de que Quique González había tenido que cancelar un concierto que debía hacer al cabo de un par de días a causa un accidente doméstico.
Llamé a Quique y él mismo me dijo que sí, que la avería era seria. Utilizó esas palabras. Se había herido gravemente en una mano con un cuchillo cortando pan. Estaba en el hospital, lo tenían que operar e ignoraba si aquello le iba a afectar en el futuro a la hora de tocar la guitarra. Colgamos y me llamaron para entrar a hacer la entrevista. Leiva estaba sentado en un sillón en medio de una amplia sala y ya llevaba unas cuantas horas de promo ese día. Antes de eso nos habíamos cruzado en algún garito pero no nos habían presentado. Nos saludamos y, conocedor de su fuerte vínculo de amistad, le conté lo de Quique, intentando tranquilizarlo, diciéndole que acababa de hablar con él. Aun así se sobresaltó bastante y, de manera muy amable, pidió retrasar un poco la entrevista. Solicitó el teléfono y marcó a Quique, pero no se lo cogió (ya estaría en quirófano), y se puso aún más nervioso. Llamó entonces a César Pop, amigo común e íntimo de ellos dos, y César sí logró calmarlo, aunque quizás solo a medias. Después llamó a alguien de su equipo y sobre la marcha trazó un cambio de planes de promo para ir enseguida a Cantabria, donde vive Quique. “Arréglalo, tengo que estar con mi amigo”, recuerdo que dijo antes de colgar.
Después de todo eso, ya más tranquilo, pidió disculpas, de nuevo de una forma extremadamente amable, y comenzamos la entrevista. Al minuto ambos estábamos sumergidos en ella, hablando de canciones, de riffs de guitarra y de todas esas curiosidades por las que nos gusta a los periodistas preguntar.
Esa mañana, como todas, yo había llevado al cole a Aitana. Hacía unos días que escuchábamos en el trayecto el disco de Leiva y, al decirle que iba a hablar con él, le pedí que formulara la pregunta que ella le haría. Desde la inocencia infinita de sus cuatro años, mi hija me encargó que le preguntara por qué tenía que volver a su planeta, aludiendo a un verso de la canción que abría ese disco. Cumplí el encargo horas después, y, antes de contestar, Leiva se rió y comentó que era una pregunta muy buena. Y a continuación la contestó argumentadamente. (Dejo abajo link de la entrevista por si a alguien le interesa).
La media hora pasó rápida, la alargamos algo más y nos despedimos cariñosamente. Esa noche Charo Carrera, la jefa de prensa de Sony en aquel momento y amiga desde la facultad, me llamó para decirme que Leiva le había comentado que mi entrevista era la mejor que había hecho aquel día. Lo cuento con pudor porque no me gusta alardear de ese tipo de nimiedades, pero también porque esto me da pie a decir que, a estas alturas de la vida, he comprendido que cuando dejas de colgarte una medalla ganada honradamente puede que haya alguien dispuesto a apropiársela en tu lugar.
La siguiente vez que vi a Leiva habían pasado algunos años. Fue en Moby Dick, tras un concierto de Bruna. Yo acababa de dar un abrazo a César y felicitarle por el bolo y, desde atrás, él se quedó mirándome bajo su sombrero y se levantó y me ofreció otro abrazo. Le dije, “¿sabes quién soy?” y él respondió (sin recordar mi nombre, eso cien por cien): “Sé perfectamente quién eres, porque tú me avisaste de que mi amigo estaba herido. No se me ha olvidado”.
Ha pasado tiempo y me he acordado de esta anécdota tras ver a Leiva en La Revuelta rodeado de un montón de músicos acompañándolo en un temazo como ‘El polvo de los días raros’. Aunque confieso que no soporto a unos cuantos de los que estaban ahí, reconozco que la otra noche ese momento me emocionó. Creo que a Leiva se le cae el talento de los bolsillos y ha hecho un disco increíble que estos días escucho cada mañana con Sofía mientras la llevo al cole. Ella pide que ponga esa canción, ‘Ácido’ y ‘Caída libre’. Dice que le gusta la parte en la que Robe canta que hasta las moscas le pasan de largo. Yo le explico lo que significa, y le hablo de Robe, y le digo también que Quique va a sacar pronto otro disco que seguro será increíble. Tanto Aitana como Sofía le quieren mucho.
Y le hablo de los cantantes y de sus planetas, y de lo bonito y lo difícil que es todo, de la gloria y del barro, del amor con el que nacen las cosas bellas. Y de cómo las canciones pueden hacerte volar y, al mismo tiempo, ser un cable a tierra.
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