Murió Rosa Roisinblit, presidenta honoraria de Abuelas de Plaza de Mayo
Logró encontrar a su nieto nacido en el campo de concentración de la ESMA; buscó a otros cientos. Es ejemplo de la lucha por los derechos humanos en el mundo.
Todo se derrumbó una mañana de octubre de 1978. Rosa Tarlovsky de Roisinblit recibió el llamado de su consuegra. “Vení rápido que se llevaron a los chicos”. Rosa no entendía bien qué pasaba. Cuando llegó, se encontró con su nietita de quince meses, Mariana Eva, hamacándose en la plaza mientras lloraba y pedía por su mamá. Rosa empezó a golpear puertas con la confusión a cuestas, pero con la certeza de que debía apurarse porque su hija pronto daría a luz a su segundo nieto. El terrorismo de Estado demoró ese encuentro 21 años. Los privó a ambos de juegos y meriendas compartidas. Durante todo ese tiempo, ella buscó. Lo buscó a él y a otros cientos de niños y niñas robados por la dictadura. A los 106 años, falleció Rosa Roisinblit, presidenta honoraria de Abuelas de Plaza de Mayo y referente en el mundo de los derechos humanos. Se fue con la tranquilidad que da el deber cumplido.
Rosita o Site, como la llamaba la familia, nació el 15 de agosto de 1919 en Moisés Ville, provincia de Santa Fe. Era hija de colonos judíos. Fue una excelente alumna y quería seguir estudiando cuando terminó la secundaria –algo poco común en aquellos años.
La única oportunidad que se le presentó fue ser partera. Se recibió de obstetra en la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y fue partera jefa de la Maternidad Escuela de Obstetricia de Rosario.
En 1949, decidió mudarse a la Ciudad de Buenos Aires. Pidió vivir en el sanatorio donde trabajaba. Conoció a Benjamín Roisinblit cuando ella ya rondaba los 30 años. Se casaron en 1951. Fueron los años más felices de su vida, le contó Rosa a Marcela Bublik, autora del libro Abuela.
En 1952, nació Patricia Julia, única hija de la pareja. Fue, como su mamá, una estudiante aplicada. Cuando llegó la hora de anotarse en la universidad, Patricia también se inclinó por la salud y empezó a estudiar Medicina. Le quedaron unas pocas materias para recibirse. Debió dejar sus estudios por la persecución que ya había comenzado.
Patricia militaba en Montoneros junto con su pareja, José Manuel Pérez Rojo. En junio de 1977 nació su primera hija, Mariana. Rosa estaba feliz. No quería separarse de Patricia ni de la beba. En varias entrevistas, contó que la chiquita llenaba su vida. Ella ya estaba jubilada y hacía cinco años que había enviudado.
Junto con un amigo, José había montado una juguetería y cotillón en la galería Saint George de Martínez. De allí se los llevó el 6 de octubre de 1978 una patota de de la Regional de Inteligencia de Buenos Aires (RIBA) de la Fuerza Aérea. La caravana siguió hasta el departamento de la calle Gurruchaga donde vivían José, Patricia y Mariana. Secuestraron a Patricia, que estaba embarazada de ocho meses, y a la nena la dejaron en la casa de unos familiares. Nota aquí.
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