jueves, noviembre 14, 2019

Christian Masello

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Dicen que el capitán Sabina le propuso matrimonio a Jimena Coronado. He tenido la suerte de conocer a Joaquín y que él diga que me considera su amigo (yo ya lo sentía de ese modo mucho antes de que nos sentáramos a conversar por primera vez), pero, además, al acercarme al poeta descubrí a una mujer hermosa (en todos los sentidos de la palabra) que le arropa el alma. Me refiero a Jimena, claro. Cuando mi hijo era bebé, jugó con él, lo alzó y se divirtieron juntos mientras yo charlaba con Joaquín. Cada vez que nos vemos, mi esposa y ella hablan como si se hubiesen visto dos días antes, cuando por lo general han pasado un par de años.
Desde que Sabina le firmó un libro y en la dedicatoria lo llamó “sobrino”, mi hijo le dice “tío Joaquín”; así, cuando se le da por cantar “Lo niego todo” y “La del pirata cojo”, lo hace con orgullo, ya que son canciones de su “tío”. Por esa razón, y también porque él mismo nos abrió las puertas de su casa y lo hizo sentir de ese modo, consideramos a Joaquín parte de la familia. Y Jimena también pertenece a ella.

SANTA JIMENA

En el bar de Lima, Perú, La Noche,
fue la primera cita tan bendita;
la vida pasó a llamarse derroche,
ni el diablo más artero lo acredita.
Los amigos verdaderos festejan,
ven con júbilo y muy abiertos ojos
que al querido Joaquín lo protejan
y así reine entre los piratas cojos.
Cuando llega el amor todo es posible:
la mar al fin se presenta serena
y el vínculo es mucho más que plausible.
La existencia dista de ser amena
para un hombre singular, tan sensible.
La santa salvadora fue Jimena.
Christian A. Masello

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