Lola Flores: la Faraona que embrujó al mundo
Se cumplen 25 años del fallecimiento de esta artista «con mayúsculas», que fue cantaora, bailaora y actriz. De «gitanilla con gracia» pasó a ser la folclórica número 1 durante décadas
Sólo una artista de pura raza como Lola Flores podía ser la fuente de inspiración para la mejor crítica musical que se haya escrito jamás. «No sabe cantar, no sabe bailar, no se la pierdan». El periodista que animó así a sus lectores a ir a verla a su primer concierto en Nueva York resumió en unas pocas palabras la esencia de La Faraona, pero también verbalizó con ingenio la misión última de todo artista: transmitir. Su mirada pétrea y su imponente presencia llegaron a estar muy ligadas a la imagen que de nuestro país tenían millones de personas en todo el mundo. Fue una embajadora emocional, una estrella que decía muchas cosas de España con un par de taconeos. Cuando tenía 16 años se plantó en el teatro Villamarta de Jerez para buscar una oportunidad en el espectáculo «Luces de España», cosa que por supuesto consiguió, y ese mismo año, debutó en el cine con Fernando Mignoni, que buscaba «una gitanilla con gracia» para su película «Martingala». Fue poco después cuando conoció a Manolo Caracol, con quien recorrería los escenarios de toda España mientras mantenían una tortuosa aventura romántica. Actuaron juntos en películas de culto como «Embrujo», en 1947, y «La niña de venta», en 1951, pero un año después la ruptura se confirmó cuando Lola voló a América para rodar «Pena, Penita, Pena» en México y conquistar al público de La Habana, Río de Janeiro, Buenos Aires y Nueva York. Ya de vuelta en España se enamoró perdidamente de Antonio González «El Pescaílla», con quien se casó en 1957 para formar una familia que amaría con locura, sin dejar nunca la vida artística. Nota aquí.
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