domingo, mayo 17, 2020

Rodolfo Serrano

La melancolía
Corre un aire que agita la quietud de los árboles.
Mas no hay nadie ni nada que en la fría mañana
acompañe mis pasos por las calles desiertas.
El campo está muy lejos. No se oye ni un pájaro
que deshaga un silencio de cansancio y rutina.

Leo ahora tus versos que me saben a gloria.
Imagino esa copa que te gustaba tanto
mientras yo me preparo un vasito de vino
y brindo por nosotros en estas soledades
de besos y periódicos y de amores y gente.
¡Quién pudiera ganarse éste y todos los días!
Ese feliz momento de las cosas tranquilas,
el recuerdo del mar y una playa en la noche,
un cigarrillo en paz, tus pasos por la casa.
O tan sólo ese instante de tu mano en mi espalda.
La vida, pues, la vida de los amores mínimos,
de las pasiones locas, y la sangre caliente.
La vida que recorre como este viento suave
aquellos días antiguos de tu risa conmigo.
Ese amado recuerdo, tan dichoso y tan triste,
que duerme en nuestras almas en las noches del frío.
Y sin embargo, ruego a los dioses más buenos
que, eterna y dulcemente, nos miren y concedan
a ti y a mí, a nosotros
la maldición sagrada de la melancolía.

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