miércoles, mayo 27, 2020

Rodolfo Serrano

Un día azul
Hoy hace un día azul para perderse
en medio de la gente y por las calles.
¿Te acuerdas cuándo fuimos inmortales?
¿Cuándo fuimos lo mejor de cada casa?
Eran días iguales a estos días,
Relámpagos brillantes por los ojos
y manos solo abiertas a tu carne.
Pero ¡qué hermosas tardes con tu boca
diciéndome tu nombre entre mis labios!
Y, luego, esos momentos sin hablarnos,
esa dulce quietud de las terrazas,
del cigarrillo a medias, la sonrisa
de sabernos distintos a los otros.
Tan exactos tú y yo como si fuéramos
los últimos en salir del paraíso.
Nunca será lo mismo. Esta mañana,
tan gloriosa y azul como era entonces,
no tiene, sin embargo, la belleza
que nos salvó del vértigo y del miedo.
Tal vez porque hoy nos falta esa mirada
que nos hizo creer que en cualquier parte
-en sucios callejones, en solares
con hierbas y deshechos, en las playas
más abandonadas-, allí mismo
la vida era tan nuestra y tan brillante
que en nuestra pecho cabía el universo.
Ya no somos los mismos -¿lo recuerdas?-
Pero siento que hoy, sin ir más lejos,
seremos otra vez los dos muchachos
que un día como éste descubrieron
que el mundo se vestía
de azul. Igual que lo hace ahora.


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