LA LUZ
Al cabo de mi vida he muerto muchas veces
pero siempre volvía a pesar de mí misma.
Siempre nacía una célula rebelde
negando que el dolor fuera mi hábitat,
que la tristeza fuera una costumbre
o un vicio malsano.
Y encontraba un resquicio entre mi carne
para volver al mundo de los vivos,
un fulgor con la forma de un abrazo,
un deseo impreciso o una lágrima
por un tiempo imposible, una sonrisa
que brillaba a lo lejos, que brillaba.
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