NOSOTROS, LOS DE ENTONCES
Se me han ido muriendo los amigos
se me han ido cayendo del abrazo
(Mario Benedetti, A ellos)
Quedamos ya tan pocos
que da cierta vergüenza
continuar sin vosotros,
ocupando el espacio que dejasteis vacío
y viviendo una historia en la que faltáis tantos.
No puedo llevar flores a todas vuestras tumbas,
a las tumbas que guardan pedazos de mi vida
que os llevasteis pegados a los años más jóvenes.
Hubo los que os marchasteis sin saber hasta dónde
yo era capaz de amaros
y otros de los que nunca supe si me pensasteis
una noche de insomnio
de esas en que se piensan tonterías.
Alguno se marchó de muerte improvisada
entre hierros torcidos y sirenas
gritando sin provecho.
O el corazón partido de un hachazo
sin daros tiempo a frases lapidarias
para grabarlas en la desmemoria.
Y hubo con los que quiso
lucirse con mayor refinamiento
y elaboró con mimo su triunfo
en tremendas batallas que librasteis
sabiéndolas perdidas de antemano.
Y entre los que quedamos, quizá alguno
no sabe que ya ha muerto de distancia,
la distancia infinita que interponen los años
entre los niños que crecieron juntos
y se hicieron adultos por su cuenta
y riesgo de olvidarse.
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