sábado, julio 24, 2021

Almudena Grandes

La pena de Nicaragua

Ya sé que nos vamos de vacaciones y que a nadie le apetece leer cosas tristes, pero voy a terminar con unos versos de Belli

En los primeros años del siglo XXI tuve la suerte de viajar a Nicaragua, país que amo como a pocos, con cierta frecuencia.

En 2009, al llegar a Managua, encontré unas extrañas acampadas en las rotondas de las vías de circunvalación de la ciudad. Dentro de las tiendas se veían personas arrodilladas. Son rezadores, me contaron, personas que rezan durante horas por el país, a cambio de un poco de dinero y un bocadillo… Resultaba difícil creerlo, pero los carteles de la campaña en la que Daniel Ortega se presentaba a una de sus tantas reelecciones mostraban una gran foto del comandante sandinista de antaño bajo un eslogan que daba miedo, Cumplirle al Pueblo es cumplirle a Dios. Alrededor de la cabeza de Ortega se apreciaba una sombra luminosa, como los halos que nimban las cabezas de los santos en la iconografía clásica.

Era 2009 y no visité solamente Managua. En Granada, donde se celebraba un importante festival de poesía, tuve la suerte de desayunar una mañana con Ernesto Cardenal. El poeta y sacerdote sandinista tenía ya más de 80 años, pero le encontré muy bien, física y mentalmente. Estaba deprimido, sin embargo, y más que deprimido, cabreado, porque el Gobierno le había privado del acceso a internet. ¿Cómo?, le preguntamos, ¿te han hecho eso a ti? Pues sí, nos respondió, llegaron a mi casa, se llevaron los aparatitos y prohibieron que me volvieran a instalar las conexiones. El padre Cardenal no había sido el único, pero sí el más significativo de los damnificados por el Gobierno de Daniel Ortega, que ya entonces, en 2009, había perdido completamente el pudor. Amigos como Sergio Ramírez, Claribel Alegría y Gioconda Belli me contaron, en aquel viaje y después, en España, en Centroamérica o en cualquier lugar del mundo donde nos encontráramos, otras historias increíbles, todas tristes. Nota aquí.



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