Todo tiene sus riesgos
En recuerdo de Chiquitín 
y Ambrosio y toda la cuadrilla
Sentados en el banco, viendo pasar el día.
Nunca han dado de comer a las palomas. 
Miran a las muchachas y sonríen.
Cuatro palabras solo. 
Ay, aquel gol, glorioso, del Atleti, 
la faena de Antoñete que no vieron
pero qué son capaces 
de contar con pelos y señales.
No parece que el verano haya llegado.
Este frío tan viejo 
no hay manera de quitárselo de encima.
En el último rincón de la memoria
el recuerdo perdido
de amigachos de vinos.
Ya nada es lo que era. Y el futuro
es una noche más frente a la tele.
Han contado diez coches 
saliendo por el túnel. 
Siete negros, dos blancos y uno rojo.
La hora de comer. Un vino antes 
de entrar en casa.
Pasar donde Tomás y a la taberna 
de J. Blanco 
y luego a Dani, al Almería o la Paloma
para acabar en Xentes.
Y hasta luego. 
Si es posible, hasta mañana 
en este mismo banco.
(Me detengo. Y miro bien
a un lado y otro. 
Cruzar la calle, igual que recordar,
tiene sus riesgos.
No vayamos a joderla a estas alturas).

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