Una noche, como cualquier otra,
a lo lejos suena la voz del tiempo.
Ya lo sabes, no hay escapatoria,
te persigue hasta alcanzarte
tu fracaso.
La vida es el instante perdido
que no supiste conservar
bajo la falda de una muchacha
que fumaba tabaco negro y te decía
que el amor era un asunto de cobardes.
En la radio
una canción cubana te lleva de la mano:
"Muchas veces te dije que antes de hacerlo
había que pensarlo muy bien",
y en el retrovisor ya no eres ese tipo atractivo,
de buena planta,
que empeñó el nombre de su buena familia
por unas cuantas aventuras
con otras tantas mujeres
de las que nunca volvió a acordarse.
Y es ahora,
que ves que la ciudad se aleja,
cuando sabes que ya no hay nada que hacer,
que el traje a medida para un tipo como tú
es el peaje de estar solo.
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