En cayuco
Mientras algunos innovadores regalaban coartadas al espíritu reaccionario, confundiendo la razón de Estado con una razón de establo, don Quijote se hizo medieval para convertirse en un humanista partidario del progreso.
Don Quijote no deja de sorprendernos. Cansado del medievalismo que pretendía reconquistar España en los inicios del siglo XVII, Cervantes inventó un personaje educado y lector. Pero en un quiebro del destino se le volvió loco. Época de paradojas luminosas y de peros. Buscaba un individuo libre, capaz de decidir su propio destino frente a los dogmas religiosos, pero resulta que don Quijote usó su libertad para hacerse siervo, caballero medieval con los ojos vueltos a los códigos de una honra trasnochada. Y, sin cansarse de sorprender, consiguió que su locura fuese ejemplo de dignidad humana, una continua apuesta de solidaridad con los menesterosos.
En cualquier tiempo, en cualquier sociedad justa o injusta, sagrada o moderna, hay gente buena y gente desalmada que utiliza la vida al servicio de su pragmatismo avaricioso. Las cuestiones del futuro nunca están claras, son carne de un cañón irónico. Mientras algunos innovadores regalaban coartadas al espíritu reaccionario, confundiendo la razón de Estado con una razón de establo, don Quijote se hizo medieval para convertirse en un humanista partidario del progreso. Nota aquí.
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