Cafetines de Buenos Aires: el encanto oculto del Harvard, el estímulo musical externo que recibe y el sueño inocente de su dueño
El Café Harvard acumula 53 años de historia en una esquina del barrio de Balvanera. No tiene una estética tradicional y carece de una edificación de características modernas, pero encierra el enigma de esos espacios que simulan ser anónimos y no lo son. Los secretos que esconde un café que se mantiene inalterable hace veinte años.
Un par de semanas atrás escribí sobre el Café de los Angelitos, el célebre rincón de Balvanera. En el relato me referí a la importancia de la formación de los chicos en edad escolar en temas referidos a la memoria colectiva y la importancia de los cafés en la identidad porteña. Para fortalecer el concepto me apoyé en uno de los versos que Enrique Santos Discépolo compuso para “Cafetín de Buenos Aires”. Hoy vuelvo al barrio por más. Para afirmar que así como Discepolín escribió que “el café es una escuela de todas las cosas”, Balvanera tiene a Harvard.
El Café Harvard queda en la esquina de Hipólito Yrigoyen 2500, esquina Alberti. Cuenta Carlos Alberto Martínez, su actual dueño, que el lugar data de 1972. A juzgar por la antigüedad del edificio, habrá abierto en simultáneo con la ocupación de las viviendas de las plantas superiores. El nombre del café es sugestivo. Le pregunté a Carlos y me respondió, sin demasiado rigor académico, que la denominación debió haber sido puesta por la proximidad con la Universidad del Salvador (USAL) cuya sede estaba en la misma cuadra de Hipólito Yrigoyen, pero sobre la vereda de enfrente. El instituto académico ocupaba el predio del antiguo Instituto de las Hermanas del Niño Jesús, una congregación femenina con más de 100 años de presencia en el país. En 1970 las monjas se marcharon y la construcción, del año 1919, fue adquirida por la USAL. Hoy ya tiene otro destino. El edificio fue vendido y se está reformulando para dar lugar a viviendas de alta gama.
Carlos Alberto Martínez, “rector” del Harvard desde 2006, tiene probados antecedentes para conducir esta casa de bajos estudios de Balvanera. Nacido en Nueva Pompeya, hijo de padre lechero, cursó estudios en la Escuela de Comercio N° 1 Joaquín V. González, de Barracas. Antes de ser gastronómico, Carlos fue canillita en la parada de Famatina y Monteagudo, a las puertas de la Quema. Después, siempre antes de tomar posesión del Harvard, trabajó en un bar de Independencia y Pasco. Pero su extenso curriculum vitae no termina aquí. Ya lo completaré. Nota aquí.
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